10/1/2018

Cada vez que regresa a su pueblo, el trompetista Manuel Blanco Gómez-Limón (Daimiel, Ciudad Real, 1 de junio de 1985) desempolva su vieja BachTR-300 y, si se tercia, acompaña a los músicos de la centenaria banda municipal, donde empezó a estudiar solfeo.

Hijo de policía local y ama de casa, cuando tenía 8 años sus padres pidieron un crédito de 120.000 pesetas para comprarle aquella primera trompeta de estudiante. «Años después, mientras buscaba unos pañuelos en la mesilla de mi padre, vi por casualidad los papeles del préstamo. Me emociono al recordarlo, porque ahora las grandes firmas del sector quieren que toque su instrumento y me lo facilitan sin coste», cuenta Blanco, que pese a su juventud cuenta con una brillante carrera a sus espaldas.

Trompeta principal de la Orquesta Nacional de España (ONE) desde 2006, su mayor logro internacional llegó en 2011 cuando ganó el prestigioso premio de la ARD de Múnich, organizado por la Radiotelevisión Pública de Baviera, obteniendo la nota más alta de esta competición. Hasta entonces, este veterano certamen sólo había premiado a otros dos trompetistas. Pero si algo ilusiona estos días al portento manchego (que ha actuado junto a directores como Claudio Abbado, Mariss Jansons o Zubin Mehta y es reclamado por las mejores orquestas de Europa) es el lanzamiento de su primer álbum como solista: Fearless (sin miedo). Dirigido por Josep Pons, el disco abarca las obras más complejas y representativas del repertorio para trompeta, incluyendo obras de Zimmermann, Haydn, Leopold Mozart, Tomasi y Nathan.

El tiempo ha dado la razón a su primer profesor, Martín Baeza-Rubio, que en la actualidad es director titular de la Berlin Opera Chamber Orchestra. «Cuando Martín empezó a trabajar en el conservatorio de Ciudad Real le confesó a su padre que alargaría su estancia en este centro porque, según él, tenía en su clase al futuro Maurice André«, cuenta el aventajado alumno en referencia al mítico trompetista francés, figura cumbre de los grandes solistas del siglo XX.

Curiosamente, los primeros CD que le regalaron en su época de aprendiz fueron uno de Maurice André y otro de Wynton Marsalis, aunque su favorito es Chet Baker. «Lloré de emoción al escucharlos, como el niño que recibe su primer balón de fútbol o su primer Scalextric». Por eso le brillan los ojos al imaginar que Fearless puede alumbrar futuras vocaciones. Su debut ya está recibiendo encendidos elogios por parte de la crítica especializada. «Blanco es una fuerza de la naturaleza», afirma Álvaro Guibert, crítico musical de El Cultural y director de Contenidos de la Fundación Albéniz. «Su música sale fácil al aire y, por lo tanto, entra fácil dentro del espectador. Se oye con gusto porque está tocada con gusto. Suena sonriente, como debe sonar la trompeta. Incluso en un blues«.

Talento precoz

Gracias a su «oído absoluto» (habilidad para identificar una nota musical de forma aislada), desde crío era capaz de tocar conciertos sin haber visto antes la partitura. «Una vez me dejaron un piccolo (trompeta para barroco) que no había utilizado nunca y me puse a tocar el Concierto de Brandenburgo nº 2. Me salió perfecto, aunque hoy lo veo complicadísimo». Lo cierto es que desde los 8 años su profesor Baeza-Rubio le acostumbró a tocar de memoria todos los conciertos. «Él me diseñó una carrera de concertista. Con 11 o 12 años me enviaba a concursos y ganaba categorías de hasta 18 años. Los primeros fueron los de Xátiva y Calviá. Ahora valoro más aquellos certámenes, porque me habituaron a tener presencia escénica y a conectar con el público». En 2006 sustituyó como primer trompeta de la ONE a José María Ortí Soriano, después de que este catedrático ocupara su silla durante 40 años. «Manuel Blanco reúne todo lo necesario en una auténtica figura mundial de la trompeta: una calidad excepcional, talento, dedicación, clase de gran artista y una depuradísima técnica«, le elogia su antecesor.

De sus dos principales maestros, Blanco aprendió «la pasión por la música, la dedicación absoluta y el respeto por la trompeta, un instrumento que, si dejas de tocarlo, enseguida te pone en tu sitio«. Para hacerla sonar no basta con tener buenos pulmones. «Hay que accionar unos 250 músculos de todo el cuerpo, sobre todo de la cara, desde los orbiculares a los bucinadores, que son los que rodean a la boca», alecciona este Manuel Sin Miedo, que además de compaginar su puesto en la ONE con su carrera de concertista, imparte clases en la Universidad Alfonso X el Sabio y organiza encuentros con jóvenes talentos en su propia academia, la Manuel Blanco Trumpet Academy, situada en Madrid. «Mis alumnos me ven como el Cristiano Ronaldo o el Messi de la trompeta».

Como intérprete, el virtuoso de Daimiel se identifica plenamente con su instrumento de viento metal. «Soy Géminis, me gustan mucho los contrastes, y la trompeta me permite ser todo lo versátil que puedo llegar a ser. En mis actuaciones suelo hacer un par de bises, buscando otro tipo de géneros y sonidos, y la gente se sorprende de que suene tan bonito. Hay quien dice que le toco el alma». Lo logró con la mismísima Paloma O’Shea, presidenta de la Escuela Superior de Música Reina Sofía. «Me has dejado sin palabras», le dijo emocionada tras escucharle interpretar la Nana de Manuel de Falla. La pianista y filántropa le hizo una propuesta que no pudo rechazar: inaugurar, a partir de octubre de 2018, la primera cátedra de trompeta en esta prestigiosa escuela. Ni en los mejores sueños.

Ilusionado con tocar en el Bernabéu

El trompetista Reinhold Friedrich, catedrático en la Escuela Estatal Superior de Karlsruhe y profesor honorario en la Royal Academy of Music de Londres, es el actual asesor musical de Manuel Blanco. Él fue quien le animó a presentarse al prestigioso concurso de la ARD de Múnich que el español acabó ganando en 2011. «Manuel para mí es un enigma, un milagro, no lo comprendo. Es una locura, sensible y fuerte a la vez. No entiendo a este hombre, es demasiado para mí», dice sobre su pupilo. Respecto a su primer álbum, «Fearless» (publicado por Decca; 17 euros), destaca que la «trompeta se convierte aquí en camaleón acústico de todas posibilidades expresivas de la música en sus correspondientes épocas». Pese a ser un músico genial, se considera «una persona muy normal. Me distraigo viendo el fútbol y, aunque odiaba el «reggaeton», me ha acabado gustando«. Fan irredento del Real Madrid, sueña con tocar algún día el himno del equipo en el centro del Estadio Bernabéu. ¿Quién dijo miedo?

FUENTE: Juan Carlos Rodríguez, Expansión

Blanco, en la terraza del Hotel Dear de Madrid.