5/10/2017

Manuel Blanco, como un cohete

En materia de músicos, España está en fase de florecimiento. Hace un par de semanas mostraba yo aquí un ramillete de jóvenes violonchelistas. Hoy me fijo en Manuel Blanco, el joven trompetista del que todo el mundo habla -con razón- y que acaba de presentar un disco con la Orquesta Nacional de España y Josep Pons. Se titula Fearless y su presentación lo petó en La Quinta de Mahler. Además este fin de semana, Blanco ha tocado el Concierto de piano y trompeta de Shostakovich, también con la ONE. Tiene un calendario muy respetable de actuaciones como solista. Las orquestas europeas se lo rifan.

Manuel Blanco, manchego de Daimiel, es una fuerza de la naturaleza. Toca con increíble facilidad de emisión. Su música sale fácil al aire y, por lo tanto, entra fácil dentro del espectador. Se oye con gusto porque está tocada con gusto. Suena sonriente, como debe sonar la trompeta. Incluso en un blues. En este disco, Blanco demuestra tener cosas que aportar en muchas de las las facetas de la trompeta: desde el Concierto de Mozart padre hasta una versión cross-over del espiritual negro Nobody knows realizada por el joven uruguayo Federico Nathan, pasando por las dos grandes obras maestras del repertorio del instrumento: los conciertos de Haydn y de Bernd Alois Zimmermann. Blanco es un músico de ahora, inteligente y curioso, de los que no se limitan a tocar el papel que tienen delante, sino que se toman la molestia de preguntarse de dónde viene ese papel y cuál es su contexto. Le da la vuelta al Concierto de Haydn sustituyendo la batería de notas picadas con que nos lo dio a conocer el gran Maurice André, por los gestos ligados y cantables que, según investigaciones de Reinhold Friedrich, mentor de Blanco, son los que deseaba el compositor. El Concierto de Zimmermann, que es un miura ante el que todos se espantan, le suena a Blanco con naturalidad, soltura y sentido musical.

Mientras avanza en triunfo, Manuel Blanco tiene tiempo de honrar a sus mayores, lo que nos informa de su calidad humana. Hay que oírle hablar de sus padres, que con mucho sacrificio hicieron posible su carrera; del gran José Ortí, que le precedió en el puesto de solista de la Orquesta Nacional de España; y de su maestro Martín Baena-Rubio, manchego como Blanco y primer gran trompetista español en saltar por encima de los Pirineos (en su caso, hasta el puesto de solista en la Deutsche Oper de Berlín, nada menos). Blanco habla con unción también de Reinhold Friedrich, el hombre que le sacó de la comodidad de su puestazo en la ONE y le animó a presentarse al concurso de mayor exigencia, el ARD de Munich. Lo ganó. Pero lo más fuerte es cómo presenta Friedrich al joven Blanco: “Para mí, Manuel es, antes de nada, un enigma, un milagro. Es muy sensible, pero en el mismo momento en que está siendo sensible, resulta ser también poderosísimo. No entiendo a este hombre; es demasiado para mí”. Estas generosas palabras me recordaron a las que le oí un día a Zubin Mehta sobre los grandes solistas: “A un gran solista no lo educas ni lo diriges. Un solista es como un cohete: lo mejor que puedes hacer es apartarte de su camino y dejarle subir”. Hasta las estrellas.

FUENTE: , elcultural.com