Crítica – Un Mahler notable y un trompetista magnífico

Valladolid – 17/12/2018

5º y 6º de abono de la OSCyL, presentaron a su Titular Andrew Gourlay con la  para trompeta y orquesta de Zimmermann, en el centenario de su nacimiento, y las Suites nº 1 de La arlesiana y de Carmen de Bizet, ésta versionada para ballet por R. Shchedrin, ambos días a sala llena.

Gourlay demostró conocer a fondo la partitura, que hizo con grandes dinámicas, carácter en los populares ländlers, mejor equilibrio en el sonido y librando el complicado ajuste del Rondó-burlesco; buena prestación inicial de trompas  y del fagot en el final con las cuerdas, en regulador hasta la extinción total, como la muerte, quizá un punto exagerado por inaudible y largo. La orquesta siguió fiel y acertadamente todas las indicaciones en notable versión.

Con Pons, el conjunto demostró sus grandes posibilidades, en particular las cuerdas, que tuvieron empaque, conjunción, color europeo de nivel y expresión musical. Así hicieron la Obertura de La arlesiana, ese ejercicio de orquestación del francés que tuvo riqueza de matiz y sensibilidad en el Adagietto con acertada intervención del saxo. Lo mismo ocurrió con Carmen en el trabajo de Shchedrin para cuerda y percusiones, manteniendo melodías originales adobadas de rítmica variada en manos de los 5 percusionistas, que cumplieron en general su difícil papel; sólidas violas en el Bolero como todos en el inserto de la Farandole, con carnalidad en la buena música del Adagio, en una excelente lectura global.

Entremedias, la gratísima sorpresa en la escucha del manchego Manuel Blanco, solista en la ONE, y magnífico intérprete del complejo Concierto de Zimmermann, subtitulado Nobody knows como el sentido spiritual en que se basa, donde la trompeta tiene un auténtico tour de force en técnica respiratoria e instrumental y de afinación, que Blanco superó como si ello fuera fácil, coloreando su broncíneo sonido como el mejor de los tenores. La orquesta, más quinteto de saxos, guitarra eléctrica, 5 maderas y órgano Hammond, estuvo dúctil y atenta al pedido de solista y director, sirviendo las partes tonales, atonales y jazzísticas con brillantez. Hubieron de regalar, ante las repetidas ovaciones, un tema sobre el Concierto de Aranjuez para trompeta y cuerdas, y aún, para fliscorno y piano, el Oblivion de Piazzola, que terminaron de rendir al Auditorio ante la maestría de Blanco, que dedicó a Pons el 1º.

José Mª Morate Moyano

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